viernes, 18 de enero de 2013

¿Y si David no luchase contra Goliat?

El post publicado el pasado viernes en este blog sobre la postura independentista en Cataluña, escrito por mi colega David, ha suscitado un interesante intercambio de impresiones. Me ha resultado refrescante ante el enrarecido ambiente creado (y mantenido) por los mismos tertulianos profesionales que van desfilando a diario por los distintos medios de comunicación.

Tengo el profundo convencimiento de que los ciudadanos deberían hablar más porque pueden decir cosas mucho más interesantes que quienes monopolizan el uso de la palabra. Pienso que se está produciendo un cambio visible en esa dirección. Cada vez son menos quienes encienden los interruptores de radios y televisiones, o abren los periódicos. Ven claro que suele haber gato encerrado y que el gato se pudre.


Los tonos de los comentarios a las palabras de David han sido variados, pero de todos ellos se pueden sacar conclusiones valiosas. No es mi intención analizarlos porque opino que cada cual debe juzgar según sus criterios. Lo realmente importante es poder contar con información lo menos mediatizada posible, con las vivencias e impresiones de la gente real de carne y hueso que desea expresarse sobre esta particular cuestión.

Pero la vida nos obliga a tomar decisiones. Y, en este caso, existen dos alternativas: o se apoya o se rechaza la opción independentista. No hay medias tintas. O al menos no se me ocurre ninguna.

Un ensayo que me orientó en estas lides fue 'Identidades asesinas' del escritor libanés, afincando en Francia, Amin Maalouf (Premio Príncipe de Asturias en 2010). Es una obra que ya discutimos en este blog y que vuelvo a recomendar ahora porque este pensador nos invita a movernos hacia la era (o la edad) de los individuos. El lugar hacia el que considero que debemos dirigirnos con paso firme.

http://robertocolom.blogspot.com.es/2010/11/la-era-de-los-individuos.html

Mis orígenes están en algún lugar del mediterráneo, seguramente en Mallorca. Recuerdo la sobrecogedora experiencia de visitar el cementerio en el que está enterrado Robert Graves, en Deiá, y comprobar que la mitad de las tumbas tenían inscrito mi apellido. Sentí vértigo.

Algunos miembros de mi familia se movieron a la península en algún momento indeterminado. Sabemos que en el siglo XIV se construyó una capilla en honor al obispo Ferrer Colom en la Seu Vella de Lleida ("la capilla de la inmaculada concepción perteneció a la familia Colom"). Éramos prósperos. Pero las situaciones vitales cambian y mis orígenes más próximos se remontan a una familia de campesinos del sur de esa provincia.


Desde que se tiene memoria, mi familia paterna siempre estuvo allí. Jamás se expresaron en otra lengua que no fuese el catalán y aprendieron el español, cuando tuvieron oportunidad, en la escuela. Al residir en una zona fronteriza con Aragón también tuvieron contacto con hispano-hablantes. Naturalmente, acogieron a inmigrantes de lugares como Cantabria. Y la convivencia siempre fue agradable. Nadie tenía la sensación de pertenecer a mundos diferentes.

De hecho, fruto de ese intercambio de personas y sensibilidades culturales resulta el mestizo que personalmente me considero. Mi padre, catalán de toda la vida, decide contraer matrimonio con mi madre, cántabra, también de siempre. Y así se produce algo nada sorprendente, algo agradablemente habitual en la historia de la humanidad: la mezcla, una combinación que nos enriquece.

http://robertocolom.blogspot.com.es/2009/12/la-historia-humana-esta-escrita-en.html
http://robertocolom.blogspot.com.es/2009/12/la-historia-humana-esta-escrita-en_29.html

¿Qué soy, entonces, yo? ¿Medio catalán y medio cántabro? ¿Soy más catalán porque carraspeo como mi padre? ¿Soy más cántabro porque tengo la misma nariz que mi madre?

Parafraseando a Maalouf, soy resultado de esas y muchas otras cosas dosificadas de modo singular en mi persona. Esta visión ayuda a desdibujar la divisiva lógica de los grupos y nos adentra en lo que algunos pensamos que debería ser el siglo XXI: el siglo de los individuos.

Desde esta perspectiva, si ahora volviese a residir en Cataluña, algo no descartable, y me preguntasen si yo votaría por la independencia de esa región, ¿qué respondería?

Mi papeleta sería la del 'no'. Me consta que la de mis familiares catalanes sería la misma. ¿Nos estaríamos mostrando como menos catalanes que quienes optaran por el 'si'?

Me resulta difícil responder a esta pregunta, aunque me inclino a decir que de ninguna manera. Usaría las palabras de 'Garbo' (o lo que es lo mismo, Juan Pujol García) el más famoso espía de la segunda guerra mundial (decisivo para el éxito del famoso desembarco que supuso el comienzo del declive del dictador alemán): "aunque mi familia era muy catalana, ni mis padres ni los demás miembros eran separatistas sino que, por encima de todo, nos sentíamos españoles (Spaniards)". 

Iría incluso más lejos. Diría que soy catalán, cántabro, español, europeo, terrícola y cosmopolita.

Compartimos el mismo hogar, somos miembros del mismo clan y apuesto a que haríamos bien en promover el acuerdo en lugar del conflicto.

Seamos inteligentes:

http://www.youtube.com/watch?v=oGKm6_-BmRE

David luchó contra Goliat pero ¿qué habría pasado si alguno de ellos hubiese optado por la no violencia?


Nunca lo sabremos, pero quizá ahora tengamos una segunda oportunidad. La unión hace la fuerza. La desunión nos debilita. David y Goliat podrían haberse unido si se hubieran dado cuenta de que, en realidad, ser enemigos es absurdo. Su ingenio y su fuerza habrían producido una excelente combinación.

------------------


P.S. Seré claro por si este post genera desasosiego: no apoyo la secesión de mi región de origen, pero rechazo los argumentos irracionales que impiden que Cataluña (y las demás Comunidades, para el caso) dispongan del mismo (extraordinariamente ventajoso) sistema fiscal que Euskadi y Navarra. No sé por que no se airea con mayor asertividad en los medios que en la patria chica de los etarras se disfruta de unos magníficos privilegios.

El modelo de Estado más apropiado para el siglo XXI es eminentemente descentralizado. Los organismos más resistentes son redundantes y modulares. Una gran parte de las cosas que ahora se deciden desde el gobierno de la nación debería derivarse hacia las Comunidades para que tuvieran mayor margen de maniobra, responsabilidad y flexibilidad.

Recurrir constantemente a un presunto cerebro central o CPU es ridículo.

No hay que darle demasiadas vueltas. Bastaría con adoptar el modelo vasco-navarro para todas las comunidades. Punto.

El gobierno central debería estar compuesto por representantes de las comunidades. Su principal cometido estaría en establecer pautas muy generales de actuación. La autonomía de las Comunidades debería tener unos límites establecidos por esas pautas consensuadas.

No hay más cera que la que arde. Hay que darles a los individuos que se agrupan en comunidades las responsabilidades que legítimamente pueden (y deben) asumir. Los gobiernos centrales controlan demasiado. No debería ser así. Pero, asimismo, considero que esas comunidades son más fuertes unidas que segregadas. Unidas, pero no fusionadas. Relacionadas, pero no fagocitadas.

3 comentarios:

  1. Querido Roberto, me quito el sombrero al leer tu post, y me enorgullezco de ser tu amigo desde hace casi treinta años (aunque nos veamos poco, hay amistades tan sólidas y vivencias tan profundas que resisten la erosión del paso del tiempo). Mi familia, como la de casi todos los españoles, es el resultado de viajes, salidas, llegadas, mezclas y, en definitiva, sumas, porque todo ha sumado hasta llegar a lo que somos hoy. Y el resultado no ha estado mal.

    No estoy de acuerdo, sin embargo, con tu P.S. Creo que hay algo que olvidas. Los fueros de Navarra y el País Vasco son fueros medievales, que otorgan una serie de prebendas por razones que casi nadie puede recordar. De hecho, algunas de ellas han sido totalmente contaminadas: Franco mantuvo los fueros de Álava y Navarra porque tanto alaveses como navarros se pusieron de su lado en la contienda fratricida. Sin embargo, esto es sólo un dato menor. La mayor reside en la Igualdad, esa palabra enorme que conocimos gracias a la Revolución Francesa y que hace que todos carguemos con las mismas responsabilidades y gocemos de los mismos derechos, aunque algunos olviden la primera parte.

    A diferencia tuya, lejos de extender privilegios, yo acabaría con todos ellos y equipararía los derechos de todos los españoles. Y es que no me gusta hablar de territorios, sino de personas. La igualdad sólo puede emanar de la solidaridad. Si cada uno recibe lo que da, ¿cómo repartimos? ¿cómo reducimos las diferencias? ¿cómo hacemos que el ciudadano cántabro tenga las mismas oportunidades que el catalán, que el vasco, que el navarro?

    En una familia, el reparto es siempre equitativo; si no fuera así, el padre se quedaría con lo que aporta, la madre sólo cocinaría para ella y el hermano mayor infinitamente más oportunidades que el pequeño. Quizás estoy planteando una utopía, pero ¿y si en vez de hablar de David y Goliat, no hablamos de Rómulo y Remo, capaces de fundar juntos un imperio?

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu comentario Richard.

    No olvido el origen de los fueros, pero me importan una higa.

    ¿Sería correcto decir que generalizar los privilegios de las regiones mencionadas implica acabar con ellos?

    Si todos tuvieran el mismo grado de autonomía que Euskadi y Navarra, ninguna comunidad tendría ventajas, ¿no?

    La solidaridad es un concepto interesante, pero también escurridizo.

    Mis buenos amigos de Euskadi no tienen reparos en confesar que su región es la menos solidaria de la península. Usan exactamente ese término.

    Que el individuo predomine sobre el grupo no es contradictorio con el hecho natural de que los individuos se agrupan con determinados fines, y, también, pero eso es otra historia, porque esa tendencia está escrita en nuestros genes.

    A mi juicio, los problemas surgen cuando el grupo domina sobre el individuo. Los grupos son divisivos, por definición.

    Atendiendo a tus creo que conviene recordar que igualdad de oportunidad no equivale a igualdad de resultados.

    Lo que una sociedad, es decir, un colectivo de individuos, debe garantizar es que los ciudadanos poseen, de hecho, una igualdad de oportunidades.

    Pero que los resultados no sean los mismos para todos ellos no significa que se haya fracasado en proporcionar esa igualdad de oportunidades.

    Ricardo, puede ser doloroso llegar a esta conclusión, pero los humanos somos lo suficientemente distintos como para que, ante una coyuntura similar, hagamos cosas bastante diferentes, logremos resultados incluso divergentes.

    De ahí que pueda ser apropiado del uso de David y Goliat. Poseen distintos talentos y unidos pueden lograr más que separados.

    Pero, naturalmente, quizá tengas razón y mi perspectiva sea errónea.

    Un abrazo y espero que podamos vernos pronto,
    Rob

    ResponderEliminar
  3. Uno es de donde hace el Bachiller (Borges) te lo dice otro hibrido medio catalan

    ResponderEliminar