miércoles, 2 de abril de 2014

Smarter. Building Brain Power

Al fin pude dedicarle atención al libro publicado a finales de 2013 por Dan Hurley (Smarter. The new science of building brain power). Conocí a Hurley en San Antonio (Texas) en diciembre de 2012. Asistíamos al congreso anual de la ISIR. Su imprecisa descripción sobre ese encuentro científico me lleva a preguntarme por la exactitud de las demás cosas que cuenta en su obra de divulgación científica.

Combina la descripción de resultados publicados con anécdotas personales sobre los científicos implicados en el debate sobre si es posible mejorar la capacidad intelectual a través del entrenamiento cognitivo. Su diagnóstico es bastante claro: no solamente se puede, como atestiguan las evidencias disponibles (según él), sino que, además, se debe. Usa las palabras de Daniel Keyes (autor de la novela ‘Flowers for Algernon’) para dejar clara su visión: “lo importante es no dejar jamás de intentar mejorar lo que desees mejorar”.

La historia comienza con el científico sueco Torkel Klinberg (inspirado por Michael Merzenich, científico dedicado a estudiar la plasticidad neuronal en respuesta a los implantes cocleares y fundador de la empresa ‘Posit Science’), y, continúa, algo después, con los suizos Martin Buschkuehl y Susanne Jaeggi. La idea del sueco de usar el entrenamiento de la memoria operativa (working memory) para mejorar los síntomas de chavales con TDAH, es la base de la que parten los suizos para intentar mejorar la inteligencia fluida con esa clase de entrenamiento. El artículo publicado en PNAS por Jaeggi y Buschkuehl en 2008 presentó un 40% de mejora en inteligencia fluida, después de completar un exigente entrenamiento cognitivo dividido en 20 sesiones de una media hora de duración.

Desde 2008, y siempre según el periodista, casi ochenta artículos han confirmado esos resultados positivos, mientras que cuatro han fracasado. Para Hurley, la evidencia es concluyente, a pesar de que los que él llama ‘defensores de la fe’ (Randall Engle o Richard Haier, son ejemplos) se niegan a aceptar los datos. El periodista no oculta su amor a Jaeggi y su rechazo visceral a Engle (al que considera, dicho en castizo, prepotente y chaquetero).

El sistema de entrenamiento será efectivo, no obstante, siempre que se mantenga durante un cierto tiempo (un mínimo de 20 sesiones) y que sea retador, pero que no llegue a disuadir de seguir intentándolo. Es decir, el programa debe adaptarse al nivel del usuario: si mejora, el nivel se complicará algo, pero si empeora, el nivel se debe hacer algo más simple.

A todo esto, el periodista se hace medir su inteligencia (por el equipo de Jaeggi y por la empresa MENSA), se somete a una resonancia funcional y revisa los métodos que parecen contribuir a mejorar las capacidades intelectuales para elegir cuáles usar como entrenamiento. Durante tres meses se somete regularmente a un programa de ejercicio físico (“el éxito del entrenamiento en resistencia muscular depende  del mismo método usado por el entrenamiento cognitivo de Jaeggi: debe adaptarse a la capacidad del individuo y progresar poco a poco. El método físico y el psicológico deben llevarnos al límite de nuestras posibilidades para lograr mejoras”), de entrenamiento con el programa de Jaeggi, con los juegos de la empresa Lumosity (a quienes asesoran Buschkuehl y Jaeggi), con lecciones de laúd, con estimulación magnética transcraneal (TMS), con meditación y con parches de nicotina. Finalizado el entrenamiento, vuelve a medir su inteligencia y pasa de nuevo por el escáner.

Engle es un personaje casi tan protagonista como Jaeggi en la historia contada por Hurley. El periodista no comprende cómo Engle (“el gran inquisidor y defensor de la fe de que el entrenamiento de la memoria operativa no puede aumentar la inteligencia fluida”) pudo mantener en 2002 que la inteligencia y la memoria operativa eran casi lo mismo (isomórficas), y, sin embargo, rechazar de modo tajante que mejoras en la segunda pueden poseer algún efecto en la primera (en mi opinión, discutible, se debe a que no se le ocurrió la idea a él). Tampoco comprende su agresividad para con la científica suiza (a la que acusa sin tapujos de construir sus artículos eligiendo solamente los datos que apoyan su perspectiva –cherry-picking), pero que, recientemente, haya aceptado recibir financiación del ejército americano para encontrar un modo de mejorar las capacidades cognitivas de los soldados (correcto, puedo dar fe de este hecho porque, actualmente, Engle y quien esto escribe participamos en un proyecto, coordinado desde la Universidad de Illinois, destinado precisamente a eso).

Escribe Hurley: “siempre me he enorgullecido de ser un cabrón escéptico, algo necesario para un periodista que hace divulgación científica. Aprendí hace tiempo que no hay que dejarse convencer por ninguno de los contendientes en las disputas científicas”. Pero él claramente se decanta por la científica europea afincada en los Estados Unidos. Desmenuza las revisiones publicadas por Engle (en revistas de las que formaba parte del consejo editorial, se encarga de recordarnos el periodista) para demostrar que es él quien hace ‘cherry-picking’ descaradamente.

El capítulo 10 (Clash of the Titans) es otra excusa para defender que es posible mejorar la inteligencia. Hurley narra su asistencia a varios congresos (Society for Neurocience, Psychonomic Society, International Society for Intelligence Research o ISIR, y un encuentro minoritario patrocinado por el ejército americano) que cuentan, en su mayor parte, con la presencia de Engle y de Jaeggi. La descripción del encuentro (que fuerza el periodista) entre Engle y Jaeggi ante el poster que presentaba la segunda en el congreso anual de la Psychonomic Society, no tiene desperdicio. Termina así: “al observar cómo (Engle) se iba, me sentí culpable por haberle pedido que viniera conmigo, porque sentí que le había tendido una emboscada a Jaeggi”. Es en el último encuentro, celebrado en junio de 2013, en el que Engle ha cambiado de perspectiva hasta el punto que Hurley se pregunta: “who was this man?”.


En el breve capítulo final, el periodista nos informa de que, transcurridos los tres meses de entrenamiento, sus puntuaciones en los tests de capacidad intelectual apenas se han movido (incluyendo el test de CI de MENSA) y que su actividad funcional valorada en el escáner tampoco. Sin embargo, dice que aprecia mejoras en su vida cotidiana. No se olvida su cartera en casa y ha reducido su nivel de estrés: “I feel smarter”.

Sin comentarios.

Es esta una obra interesante, incluso divertida, pero, como dije antes, no tengo claro que Hurley no caiga también en la tentadora trampa del cherry-picking. Aunque se describa a sí mismo como un ‘cabrón escéptico’, al ir avanzando en la lectura va afianzándose la sensación de que nos están contando el guión de una película de buenos y malos. Los primeros son quienes están convencidos de que puede mejorarse. Los malos son abiertamente escépticos. El periodista tuvo la suerte de encontrarse con un villano perfecto (Engle). Pero no todos los que Hurley considera malos son prepotentes, maleducados o chaqueteros.

A finales de enero del año en curso, Hurley nos envió el siguiente email a algunos miembros de la ISIR.

Back in December 2012, I attended the annual ISIR meeting in preparation for a book I was writing on the subject of cognitive training. Your organization was kind enough to invite me to speak about how journalists try to make sense of your field's research. 

My resulting book, Smarter: The New Science of Building Brain Power, has just been published by Hudson Street Press, to positive early reviews in Nature, the Washington Post and Scientific American. It will also be published in the UK this coming Thursday, and I will be in the UK this week to give some talks.

The book grew out of a series of articles I wrote for the NY Times Magazine, beginning with a neurologist's search for a drug for Down syndrome. In 2012, I published a cover story for the Magazine, "Can You Make Yourself Smarter?" and this past October I published a piece about transcranial direct-current stimulation, Jumper Cables for the Mind.

As Paul Tough's How Children Succeed examines the scientific evidence for the benefits of "grit," so I sifted the evidence for and against cognitive training through all kinds of means -- from working-memory tasks to physical exercise, learning a musical instrument, mindfulness meditation, nicotine patches and more. Yours was one of many scientific meetings I attended. 

The book includes a colorful account of my experience at the ISIR meeting, including the wide-ranging debate that took place following symposium on working-memory training. I did my very best to give a fair, close-up account, while also trying to see the forest through the trees. It's surely not a perfect account of the state of the science, but I believe it gives about as good an interview as currently exists. 

Thanks so much for helping me to better understand this important area of research. If you do read the book, I would love to hear what you think. All the best”.

Algunos enlaces de interés para terminar:



2 comentarios:

  1. Nada que añadir. Yo también he leído el libro y creo que has hecho un buen resumen y disección de contenidos.
    Quizá hay una única cosa que me llamó la atención y no mencionas. Susan Jaeggi fue la encargada de divulgar los resultados en la Psychonomic Society (y batirse el cobre con R. Engle), también es quien acudió al Annual Meeting de la ISIR en San Antonio (donde yo la conocí, como a Hurley) pero en el último encuentro, el organizado por el ejército norteamericano para financiar un proyecto a gran escala que estudie cómo mejorar las capacidades cognitivas de los soldados, quien ha acudido no es Susan sino su jefe en la Universidad de Michigan (J. Jonides). Sorprendente, no?
    Saludos

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  2. Gracias por el feedback. El libro incluye mucha más información que merece la pena conocer. Por ejemplo, las investigaciones de Alberto Costa sobre la búsqueda de un medicamento para mejorar el nivel intelectual de los chavales con Down o los estudios con ratas de Matzel.

    Quizá la razón por la que no estuvo Susanne en el encuentro militar fue que se estaba mudando a Irvine (California), donde reside ahora. Sigue colaborando con Jonides, pero hace algún tiempo que no es, digamos, su 'jefe'.

    Aprovecho para incluir en este comentario algo que merece la pena contar y que encontré en un artículo reciente de Martin Buschkuehl, Luis Hernandez-Garcia, Susanne M. Jaeggi, Jessica A. Bernard, & John Jonides (2014, Neural effects of short-term training on working memory): “One of us (John Jonides) had lunch with Ed Smith at a west side restaurant one sunny day in New York in 2007. A napkin served as the blackboard of choice that day, and we laid out on that napkin the finding that WM training had an effect on improving fluid intelligence, as measured by two matrix reasoning tasks. Ed at that time was an editor at PNAS and invited us to submit our work on this phenomenon to the journal through him as editor. He then led the paper through the review process and to eventual publication. This was routine. What was not routine was Ed’s spark of recognition of the potential importance of our finding at that lunch. Hardly had the transfer effect been sketched on the napkin when Ed saw the reach and the novelty of this finding. Of this he was a master: recognizing the importance of phenomena and their implications. That quality infused his work and his collaborations with others (J.J. included), and he bettered all the work that he touched because of his superb taste. This early work of ours has led to much additional behavioral work and to the present investigation of the neural underpinnings of training. We suspect that Ed would be pleased to see the outcome and the fruit of his editorial adventure when the research program was yet in its infancy”.

    Saludos, Roberto

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