miércoles, 15 de octubre de 2014

Inteligencia, código dual y cerebro

En 1990 escribí un ensayo titulado ‘Estudios sobre los fundamentos de la cognición’ para una minoritaria colección universitaria. Sus contenidos se basaron en el análisis conceptual que presenté en mi tesis doctoral. El prólogo fue escrito por Ángel Rivière Gómez. Es una obra compleja en la que se subraya la relevancia de la acción para comprender la cognición (“las representaciones mentales deben conectarse a las acciones y a las percepciones de los individuos para cobrar valor psicológico”) y en la que se expone el problema de las diferencias individuales en los procesos cognitivos.

Se destacaba allí la relevancia de la biología, olvidada por los psicólogos cognitivos: “los procesos mentales usan millones de neuronas para sumar espacio-temporalmente acciones ligeramente desfasadas que producen una sensación de continuidad en la conciencia” (a la que ahora denominaríamos memoria operativa o working memory para ser más modernos).

Uno de los protagonistas de la historia contada en aquel ensayo fue Allan Paivio y su teoría del código dual, es decir, el modelo que propone que en los procesos de pensamiento operan dos sistemas representacionales con propiedades estructurales y funcionales diferentes que interactúan:

1.- El sistema verbal: actúa secuencialmente, procesa información concreta y abstracta, posee carácter descriptivo y semántico, y no contiene una réplica isomórfica del estímulo sensorial.
2.- El sistema de imágenes mentales: actúa en paralelo, procesa información concreta, conserva análogos perceptivos y es extraordinariamente dinámico.

Recientemente, Paivio (a punto de cumplir 90 años de edad) ha publicado ‘Intelligence, dual coding theory, and the brain’. Me atrajo el título porque su venerable teoría del código dual (Dual Coding Theory, DCT) se encuentra rodeada por la inteligencia, a la izquierda, y por el cerebro, a la derecha.

Es un extenso artículo en el que, además de hacer un erudito viaje por la historia, vincula la DCT con los modelos sobre la inteligencia humana: “la distinción entre capacidades cognitivas verbales y no-verbales ha sido una característica distintiva de las teorías psicométricas de la inteligencia”. Sin embargo, según el autor, “esas teorías ignoran la conexión funcional entre los sistemas verbal y no-verbal necesaria para explicar el rendimiento intelectual en tareas basadas en la interacción del lenguaje y el conocimiento no-verbal”. Su artículo subraya el olvido del procesamiento referencial entre ambos sistemas.

Los sistemas de la DCT constituyen entidades estructurales internas, interconectadas referencialmente, para permitir la vinculación sinérgica de la mente verbal y no-verbal: “el motor esencial de nuestro intelecto”.

La siguiente figura compara la escala Wechsler y la DCT. Mientras que el Wechsler mide las diferencias individuales de inteligencia, la DCT representa las estructuras y procesos generales que subyacen a la cognición: “los modelos son directamente comparables al vincular la DCT a las diferencias individuales”.



Paivio se refiere a otro protagonista del ensayo de 1990 con el que comienza este post, Stephen Kosslyn, quien “abandonó sus primeros intentos de modelar computacionalmente las imágenes mentales porque se convenció de que la metáfora computacional era inadecuada, moviéndose hacia una aproximación basada en el cerebro”. Las representaciones abstractas no permiten captar todos los detalles necesarios para, por ejemplo, razonar ante los problemas del test de Raven.

La revisión del autor canadiense finaliza con el cerebro, preguntándose si el procesamiento referencial se manifiesta en los estudios neuropsicológicos sobre la inteligencia. Recurre al modelo P-FIT en busca de información, pero descarta su relevancia para la DCT: “la interpretación de resultados que hacen Jung & Haier excluye el aspecto crucial de la DCT” al mantener separados el dominio verbal y no-verbal. Algo similar les sucede, según Paivio, a otros estudios sobre el soporte estructural de la inteligencia en el cerebro (por ejemplo, Gläscher et al., 2010, o Colom et al., 2009).

Sin embargo, la descripción que hace Paivio de estos estudios me lleva a pensar que hace una interpretación peculiar de su enfoque y de sus resultados. Me temo que fracasa el comprender que la interacción que él subraya se produce a través de g. A diferencia de lo que sostiene al comienzo de su artículo (“la memoria domina al resto de la funciones mentales porque dependen de ella –debemos recordar el pasado para valorar los objetos y eventos del presente, anticipar futuros eventos, satisfacer nuestras necesidades, resolver problemas que proceden de sus conexiones y subrayar el lenguaje”) la facultad mental que permiten integrar el resto de las funciones, incluyendo la memoria, el procesamiento verbal y el no-verbal, es la inteligencia. Y la inteligencia es, esencialmente, g.

Es interesante el estudio de Reichle et al. (2000) que se comenta en esta revisión, y en el que se compara a individuos con alta capacidad verbal, por un lado, y con alta capacidad viso-espacial, por otro. El mismo enfoque empírico que se adopta, dicho sea de paso, en el trabajo de tesis doctoral del que proviene el ensayo con el que comenzó este post.

Reichle et al. observaron que “los individuos verbales activaban en menor medida el área de Broca cuando usaban una estrategia verbal que cuando usaban una estrategia visual. Y al revés, los individuos visuales mostraron una menor activación en la corteza parietal izquierda cuando usaban una estrategia visual”. El mismo patrón conductual se observó en aquella tesis doctoral para esos dos tipos de individuos cuando se les pedía razonar, deductiva e inductivamente, sobre contenidos fácil y difícilmente ‘visualizables’.

En suma, Paivio pretende llamar la atención sobre la relevancia de explorar las interacciones entre el sistema verbal y el no-verbal para mejorar nuestra comprensión sobre los mecanismos que subyacen a la inteligencia humana. Además, subraya la relevancia de servirse de las tecnologías actuales para explorar el cerebro. Sin embargo, tengo la sensación de que su reflexión adolece de una falta de comprensión de los detalles sobre la investigación de la inteligencia.


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