No es que me disguste el futbol. Nada
de eso. Es un bonito deporte que desata pasiones (a veces demasiado intensas)
aunque me resulte insoportable la extraordinaria frecuencia con la que pasan
partidos por la televisión. No hay casi días libres en los 365 que tiene el
año.
El futbol te regala momentos
memorables, particularmente cuando los jugadores que representan a tu país
consiguen registros no alcanzados previamente. Nuestro selección (La Roja)
ganó, por ejemplo, la Eurocopa de 2008, el Mundial de 2010 y la Eurocopa de
2012.
Nunca antes se vio nada igual.
Eso sí, en 2014 fuimos miserablemente
expulsados del mundial de Brasil a las primeras de cambio (ofreciendo, además,
un lamentable espectáculo) y ahora nos encontramos en un extraño momento en el
que nuestros chicos parecen incapaces de meterla. Es bastante poco
tranquilizador de cara a la Eurocopa del año próximo. Pero todo se andará, que
dijo un cojo.
Aunque lo parezca (reconozco que lo
parece mucho), este post no va
exactamente de futbol, sino que pretende recoger una breve reflexión sobre algo
que seguramente ocurrirá en la Final de la Copa de Rey este 2015.
El 30 de Mayo (cuando falten diez
días para que nos quitemos el sayo en Madrid) se enfrentarán en esa final el
Atlético de Bilbao y el F.C. Barcelona en el Camp Nou (Barcelona, Cataluña,
España, Europa).
El Rey Felipe presidirá el acto, como
es preceptivo.
Me resulta un pelín perturbador que disputen
ese encuentro equipos de lugares reconocidos por albergar comunidades, no
despreciables en tamaño, de individuos que persiguen activamente la
independencia de sus regiones. O sea, que son independentistas, vaya, y, que,
por tanto, no reconocen cabalmente la autoridad del Estado (y no digamos del
Rey).
No comprendo cómo, en concreto el F.
C. Barcelona, que se ha declarado abiertamente partidario del movimiento
independentista catalán, acepte competir en algo llamado ‘Copa del Rey’, de un
Rey que representa a una comunidad de individuos de la que quieren separarse.
Sé que hay muchos catalanes que
discrepan de ese movimiento independentista. Pero el Barça se decantó hace un
tiempo, claramente, a favor del separatismo. Su Presidente, como representante
del Club, debería haber movido pieza y ser consecuente. De hecho, ni siquiera
debería jugar la liga.
No me consta que el Bilbao se haya
decantado de modo tan claro.
En cualquier caso, si han decidido
jugar esa final (como parece que es el caso), como ciudadano del estado español
me veo impulsado (y obligado) a pedirles que acaten las reglas. Y no me refiero
a las del juego, sino a las del respeto.
Desde hace semanas se amenaza con
pitidos al himno y, por tanto, al legítimo representante de los españoles (el
Rey Felipe) que nos sentimos españoles (un buen puñado de millones). Cada grupo
humano tiene sus símbolos y la falta de respeto a esos símbolos es,
literalmente, una agresión.
Imaginen que (a) me planto en la
Plaza de Cataluña, (b) saco mi mechero del bolsillo, (c) me pongo a gritar que
los catalanes son una basura y (d) prendo fuego parsimoniosamente, aunque sin
dejar de gritar, a una señera comprada en un Híper Asia. ¿Qué sucedería?
Si el público asistente al encuentro
boicotea el himno, estará faltándonos al respecto a quienes nos consideramos
españoles. Si así fuese, la decisión legítima supondría suspender el encuentro.
Ni más, ni menos. Suspenderlo, o, como me sugería un amigo, jugarlo sin público.
Tolerar esa clase de expresiones
supondría una execrable debilidad de parte de las autoridades en las que
depositamos nuestra confianza para preservar la convivencia. Permitir esos
silbidos y continuar con el espectáculo como si tal cosa, sería un clara
agresión hacia los miembros del grupo humano para quienes ese símbolo es
valioso.
¿Se castigaría a justos por
pecadores?
Por supuesto, pero se estaría
sentando un deseable precedente. Sin respeto no hay público.
Sean educados y respetuosos o
quédense en sus casas lanzándole dardos a una diana con la cara del Rey si eso
no les parece estúpido, si eso no les parece un juego de tontos.
Comparto cien por cien cada una de tus palabras, es necesario hablar claro, seremos muchos Los ofendidos si el público asistente pita nuestro himno.
ResponderEliminarUn saludo,
Gracias MA. Pense que quiza el mensaje no estaba claro. Me alegra saber que si esta claro.
ResponderEliminarPues a mí me parece que lo que es de tontos es indignarse porque alguien pite un himno. Así de claro
ResponderEliminarMe sorprende que os ofendáis por esto. Los humanos llevamos toda nuestra Historia matándonos los unos a los otros por símbolos. ¿No sería deseable procurar no entrar en el trapo?
ResponderEliminarPor simbolos que significan algo. El simbolo en si es obviamente irrelevante. Nadie tendria que entrar a ningun trapo asi, en principio. Pero cuando se abre la veda es dificil saber que puede suceder. La naturaleza humana es lo que tiene.
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