domingo, 20 de diciembre de 2015

Copenhagen

Esta obra de teatro, escrita por Michael Frayn, se estrenó en Mayo de 1998 en Londres. Los actores interpretaron a Bohr, Heisenberg y la esposa del primero (Margrethe). El tema alrededor del que giran los diálogos es la visita del físico alemán al sabio danés en un momento en el que parece que los nazis ganarán la guerra. Como tuvimos oportunidad de comentar, la confusión sobre la naturaleza de ese encuentro sigue vigente.

La obra se desarrolla en dos actos y el autor escribió un ‘postscript’ para narrar sus impresiones sobre lo que se cuenta y sobre la documentación que tuvo que estudiar para la producción.

Leída, la obra es soporífera. Imagino que la puesta en escena mejora el producto. Los diálogos son un intercambio, relativamente desestructurado, de frases e ideas entre los tres protagonistas.

Quizá de lo más destacable sea que la física teórica que los nazis despreciaban (a favor de la física experimental) y que, por tanto, los físicos judíos podían practicar, es la que termina siendo útil para construir la bomba atómica que da el cerrojazo a la gran guerra.

El acto 1 recoge la hipótesis de que el alemán le preguntó a su maestro si un físico tiene el derecho moral a trabajar en la explotación práctica de la energía atómica. Y que ese fue el motivo de que su conversación fuese tan breve:


Bohr: Because the implication was obvious. That you were working on it.
Heisenberg: And you jumped to the conclusion that I was trying to provide Hitler with nuclear weapons.
Bohr: And you were!
Heisenberg: No! A reactor! That’s what we were trying to build! A machine to produce power! To generate electricity, to drive ships!

Otra de las hipótesis es que el alemán intenta convencer al danés de que hable con los aliados para detener la construcción de la bomba. Si Bohr logra su objetivo, Heisenberg se comprometería a boicotear el proyecto del lado nazi (“if the Allies are building a bomb, what am I choosing for my country?”). De hecho, Oppenheimer lamentó no haber podido producir la bomba a tiempo para usarla contra Alemania.

Did a single one of them stop to think, even for one brief moment, about what they were doing?
Did Oppenheimer? Did Fermi, or Teller, or Szilard?
Did Einstein, when he wrote to Roosevelt in 1939 and urged him to finance research on the bomb?
Did you, when you escaped from Copenhagen two years later, and went to Los Alamos?

(…) explaining and defending myself was how I spent the last thirty years of my life.
When I went to America in 1949 a lot of physicists wouldn’t even shake my hand. Hands that has actually built the bomb wouldn’t touch mine”.

La obra recuerda la especial relación del alemán con el danés cuando el primero estuvo en el laboratorio del segundo, entre 1924 y 1927.

You see what we did in those three years, Heisenberg?
Not to exaggerate, but we turned the world inside out!
We put man back at the center of the universe
(…) we discover that there is no precisely determinable objective universe”.

Margrethe acusa a Werner de viajar a Dinamarca en 1941 para hacerles partícipes de su arrollador éxito. También le hace saber que piensa que no construyó la bomba porque no pudo, porque no comprendía la física que debía aplicar. Heisenberg se defiende y la invita a escuchar las grabaciones de Farm Hall, el lugar en el que los físicos alemanes, arrestados por los británicos, son encerrados. En ese lugar, se supone que Werner le explica a un colega (Otto Hahn) cómo pudieron hacerlo los aliados, por qué la bomba funcionó.

En su ‘postscript’, Frayn confiesa que convertir en diálogo el turbio episodio fue un extraordinario reto dirigido a reconstruir el ‘train of thought’ de los protagonistas.

El escritor no tiene reparo en subrayar la frialdad del biógrafo norteamericano de Heinseberg, David Cassidy, quien confiesa serias reservas sobre la idea de que el alemán boicoteó el proyecto de construir la bomba.

Frayn rechaza la hipótesis de que Heisenberg viajase a Dinamarca para convencer a  Bohr de que se uniese a los nazis. Pero tampoco tiene claro que el alemán boicotease el proyecto en su propio país, a pesar de que Heisenberg confesó haber falsificado las matemáticas (junto con Hahn y von Laue) para evitar el desarrollo de la bomba.

También se trae a colación la historia de Farm Hall (“another complete play in itself”). Allí estuvieron encerrados durante seis meses los físicos alemanes detenidos. No como prisioneros, sino como invitados. Pero todo lo que dijeron se grabó con micrófonos ocultos. Las grabaciones se hicieron públicas en 1992. Frayn se inclina por pensar que Heisenberg carecía de los conocimientos matemáticos necesarios para calcular con precisión lo necesario para construir la bomba.

No repetiré lo que opino sobre esta horrenda historia sobre gente pensando en la mejor manera de matar a sus semejantes.


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