lunes, 13 de febrero de 2017

The Mommy Brain (el cerebro de mamá)

Los medios de comunicación se han hecho eco de un estudio publicado en ‘Nature Neuroscience’ concebido por tres científicas –Susanna Carmona, Erika Barba y Elseline Hoekzema.

Susanna expuso los entresijos del estudio en un completo post de ‘madri+d’ que les recomiendo.

La investigación es elegante y los resultados sorprendentes.

Es elegante porque compara los cerebros de un grupo de 25 mujeres antes de quedarse embarazadas, después de haber sido madres y dos años más tarde. Esos cambios son evaluados con respecto a un grupo control de 20 mujeres y a los padres de los bebés.


Observan una robusta reducción del volumen de materia gris en el cerebro de las mamás, ausente en los otros dos grupos, tanto después del parto como en el seguimiento hecho 24 meses después. Las madres pierden materia gris y, al menos en el periodo considerado, no vuelven a recuperarla.

Cuando leí esta información en la prensa me sorprendió que se interpretase esa pérdida de volumen cerebral como algo positivo, así que me fui al artículo original para estudiarme los detalles. El número de regiones en las que se apreciaba la pérdida, tanto de volumen como de superficie y de grosor cortical, era sustancial. Además, esas regiones son conocidas por apoyar funciones cognitivas de alto nivel: a) medial frontal and prefrontal cortex, b) anterior and posterior cingulate, c) precuneus, d) superior, medial and lateral temporal.

Ante este panorama cabe preguntarse cómo se puede interpretar positivamente el hecho de que las madres dispongan de menos potencia de procesamiento, tanto después del parto como dos años después. Pero si hay algo que nos caracteriza a los científicos es nuestra habilidad para encontrar respuestas. En eso consiste el avance del conocimiento.

Los autores comparan el bien conocido proceso de poda sináptica que se produce en la adolescencia, necesario para afinar nuestras conexiones cerebrales, con el efecto de reducción que ellos observan. A efectos prácticos, el cerebro de las mamás se comportaría como el de los adolescentes. Esa reducción de la materia gris permitiría sintonizar, de alguna manera, el cerebro de las madres para desempeñar con mayor eficacia lo que la evolución dictamina.

Usan una poderosa comparación con las regiones que se han identificado como responsables de la llamada ‘Teoría de la Mente’, es decir, la capacidad de los humanos para ponerse en el lugar (de hecho, en la mente) de sus semejantes. Esas regiones se corresponden razonablemente bien con las que reducen su volumen en el estudio que estamos comentando.

Pero los autores van más allá, explorando los niveles de activación ante escenas de los bebés de las madres y de bebés no relacionados con ellas. La respuesta funcional más acusada se aprecia en las regiones en las se observó la pérdida de materia gris. Niquelado.


Finalmente, se intenta averiguar si se pueden distinguir inequívocamente los cerebros de las mamás de los individuos de control. Aplicando un análisis de clasificación multivariado relativamente complejo, se observa que esos cerebros se puede discriminar con una eficacia perfecta (100%).

¿Demasiado bonito para ser verdad?

El tiempo lo dirá. En ciencia ese tiempo se traduce en estudios de replicación, naturalmente.

Los cambios hormonales que se producen durante el embarazo están bien establecidos. Y las hormonas influyen en el cerebro. Pero la comparativa con la adolescencia para explicar el carácter positivo de esa potencia de procesamiento me resulta atrevida. Si regiones cerebrales que se encuentran involucradas en procesos cognitivos de alto nivel experimentan una pérdida de materia gris, es razonable esperar un efecto negativo en determinadas funciones mentales, aunque pueda ser positivo para el mundo emocional.

¿Se pierde ‘razón’ para ganar ‘co-razón’?

Carmona explica que la poda sináptica elimina las conexiones débiles y subraya las importantes para mejorar la comunicación en el cerebro. Y se pregunta si durante el embarazo se produce el mismo fenómeno. Responde que, a su juicio, así es: “creemos que estas reducciones reflejan un mecanismo parecido a la poda sináptica que ocurre durante la adolescencia y que esta poda, al igual que en la adolescencia, está inducida por el efecto de hormonas esteroideas en el cerebro”. 

Ignoro por qué no se estudió la conectividad del cerebro de las mamás, tanto a nivel estructural como funcional, algo que hubiera permitido confirmar esa sospecha. Se hubiera podido comprobar, por ejemplo, si mejora la integridad de la materia blanca que conecta las regiones identificadas como susceptibles de reducción volumétrica. Pero no se informa al respecto en este artículo.

Hace algunos años hicimos un estudio en mi equipo de investigación para intentar averiguar si el rendimiento en los test estandarizados de inteligencia fluctuaba según la etapa del ciclo menstrual en el que se encontraban las mujeres. Los niveles de estradiol y progesterona cambian durante el ciclo, pero la investigación previa había producido resultados inconsistentes: mejor capacidad de razonamiento abstracto cuando el nivel de progesterona es bajo, mejor capacidad verbal cuando el estradiol está alto, o mayor capacidad visuoespacial cuando el estradiol está bajo.

Para aumentar el interés del estudio –o eso pensábamos—comparamos a las mujeres con un grupo de varones. Observamos que no existía una diferencia de sexo significativa en nivel intelectual cuando los niveles de progesterona y estradiol estaban en su punto más alto.

Usamos las fases del ciclo menstrual usualmente identificadas: 1) menstrual (días 1 a 5), folicular (días 6 a 12), ovulatoria (días 13 a 17), midluteal (días 18 a 24) y premenstrual (días 25 a 28). El nivel de estradiol alcanza el valor más alto durante la fase folicular, mientras los niveles más elevados de progesterona y estradiol se alcanzan en la midluteal.


No les voy a aburrir con los numerosos detalles de este estudio, pero observamos que la diferencia promedio en rendimiento intelectual (IQ) cambiaba sustancialmente según la fase del ciclo: era máxima en la fase menstrual y mínima en la midluteal. Por tanto, el rendimiento intelectual de las mujeres era sustantivamente mejor cuando los niveles de progesterona y estradiol eran elevados.

Por cierto, como se recuerda en el artículo que estamos comentando en este post, los altos niveles de estradiol en chicas adolescentes predicen una mayor pérdida de materia gris en bastantes de las regiones que aparecen también en la comparativa de las mamás con los individuos de control.

¿Por qué recupero ese viejo estudio?

Porque es consistente con la tesis de los autores con respecto a la influencia de las variaciones hormonales sobre el cerebro, y, más en concreto, sobre uno de sus productos, es decir, el rendimiento cognitivo.

Sin embargo, ellos no observan ningún cambio en las (escasas) medidas cognitivas que consideran (memoria verbal y memoria operativa). Por tanto, las mamás experimentan una pérdida de materia gris, pero eso no se refleja en su rendimiento cognitivo, tal y como se valora aquí.

Me resulta sorprendente, pero los datos son los datos.

Espero ansioso una réplica de este estudio, aunque no será fácil. Los integrantes de este equipo han trabajado mucho y bien, con paciencia y tesón, características difíciles de encontrar en nuestro competitivo mundo. La predominante hiperactividad actual casa mal con virtudes como la paciencia –quizá porque no se encuentra entre las cardinales.

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